Villafortunatus

-PROYECTO INACABADO, EN EJECUCIÓN DESDE 2010 –
Villafortunatus es una villa romana propiedad de un rico hacendado homónimo que vivió en el S IV de nuestra era, aunque existen restos de asentamientos desde el S I después de Cristo.

Desde pequeño he tratado de imaginar como pudo ser este magnifico lugar. Ahora, y tras recabar mucha información y consejos, disponiendo de la técnica necesaria, me atrevo a “imaginarlo”, y poco a poco trataré de llegar a recrearlo mediante una visita virtual, incluyendo sus interiores. 2010

El río Cínca siempre ha sido una vía de comunicación válida y eficiente.
Los romanos usaban estas vías para desplazarse y transportar la producción a sus puntos de venta.
Probablemente existió un pequeño puerto en esta villa ya que la orientación de la puerta de mercaderías estaba en frente del río, y estos solían ser de las características que reflejo en esta imagen. Puede ser que fuese más sencillo, aunque bien podría haber sido así.

Esta villa tiene un Peristilo totalmente atípico, por su superficie mayor de 300 m2. Sin duda fue una casa rica y de enorme importancia.

La que probablemente fué la estancia más noble, el salón-comedor o Triclinium. Esta estancia está facilmente identificada en el yacimiento, pese ha haberse reconvertido, en época Visigoda, en una de las primeras iglesias paleocristianas de nuestro país, probablemente sobre el Siglo VI.

Evidentemente el planteamiento que realizo se basa en una suposición, apoyada en los restos encontrados en otras villas de la época, y que dada la importancia de esta ¡bien pudo ser así!

Una vista del pequeño atrio interior con su Compluvium (almacén de aguas pluviales).

Los atrios a partir del Siglo IV pierden importancia en favor del viridarium o jardín central bordeado por el peristilo (actuales claustros).

Digamos que “se me ha caido un mito”. Cuando empecé a estudiar con más profundidad las villas romanas me fuí maravillando cada vez más con ellas y la civilización que las construyó.

Claro que no hay reglas sin excepciones, y aquí es la cocina… Esta se instalaba en un recinto pequeño. Ollas y cacerolas se colocaban sobre trípodes de hierro.

Había un hogar y sobre él una ventana para la salida del humo, también solia haber un horno. Pero está claro que eran sucias y estaban ennegrecidas por el humo y su deficiente evacuación. La mediocridad de las cocinas hace suponer que no hubieran grandes lujos en la mesa. Los retretes se situaban próximos a la cocina y situados en el trayecto de las aguas sucias.

Los almacenes y despensas de esta casa ocupan una buena superficie de la misma, como no podía ser de otra manera dada su importancia.

Una villa rústica dedicada a una explotación agricola, de esta categoría, contaba con una zona importante dedicada a los negocios. No solo solian producir sus propios productos, si no que compraban a los agricultores y ganaderos de la zona, con lo que aumentaban su volumen de negocio. El área comercial tenía su propio acceso al exterior, a través de un aula que hacia las funciones de sala de espera.

Los dormitorios de la zona noble poco tenían que envidiar en comodidad, espacio y equipamiento a los de ahora.

Las letrinas eran de uso compartido, incluso por hombres y mujeres, y solía ser un lugar de tertulia que presentaba unas características para la higiene muy avanzadas.

Las hendiduras que podemos apreciar en las letrinas permiten la limpieza mediante una esponja acoplada a un palo que se mantenía limpia en un pequeño canal de agua corriente que discurre a los pies de los asistentes.

Una corriente interna de agua mantenía el lugar perfectamente drenado de residuos y de malos olores.

A la salida existía un depósito de agua que se iba renovando, para que los usuarios pudieran lavarse las manos antes de salir. Un lugar “chocante” en nuestros días, pero muy avanzado e higiénico.

Estos fueron los únicos planos de los que dispuse para la realización del trabajo, complementados con mediciones propias, especulaciones y mucha colaboración con expertos vía redes sociales, mail y teléfono.
Sobretodo con dos arqueólogos, que nunca quisieron aparecer en los créditos pero que se volcaron con mucho entusiasmo en el proyecto.